Trozo de memoria abandonado
Publicado por Hola Holita, Vecinillo , viernes, 18 de mayo de 2012 15:00
A veces, más de las que quisiera, me sorprendo pensando en ti. Los recuerdos que atesoramos son a veces armas de doble filo. El cielo tiene un azul claro deslumbrante, las nubes bailan con la brisa que remueve mi pelo, pero incluso mi reflejo en el agua del lago me recuerda a ti, y ensombrece mi corazón.
¿Recuerdas el primer día que me viste? Tus ojos perseguían mis dedos cuando jugaban entre mis mechones cobrizos. Tu sonrisa aquel día era nerviosa, las palabras jugaban a traicionarnos y no sabían si acercarnos más o quedarnos donde estábamos. Tu rostro te traicionaba, tornándose del color de la sangre si nos acercábamos demasiado, y habría dado cualquier cosa por no tener que decirte adiós ese día. Aún debes tener mi cariño entre las vértebras dañadas de nuestro primer abrazo.
¿Lo recuerdas? ¿Pueden tus ojos mirar en tu corazón y recordar cómo te sentiste entonces? ¿Puede el hielo que paraliza tus antes cálidos latidos, fundirse ante el calor de un trozo de memoria abandonado?
El lago ha quedado atrás. No quiero ver mi rostro compungido, ni lamentarme por mi propio dolor. Me pregunto si eres capaz de imaginar lo que ha cambiado mi vida desde que te conocí. Me pregunto mientras camino en silencio sin rumbo fijo, si puedes atisbar remotamente la razón de que en mis sueños solo desee regresar a ese día, a ese primer día, a esas sonrisas sinceras y esos nervios inocentes. Dime cómo. Dime cómo pudo apagarse la llama que brillaba en tus ojos, esa que me instaba a sonreír sin importar nada más.
No sé si sabes que muchas veces he vuelto a ese semáforo y me he parado a recordar lo que pasó allí, pero dudo que te acuerdes de qué hablo. Tenías miedo, y estabas nervioso cuando aquel semáforo nos impidió el paso. ¿Puedes recordar tan bien como yo el tacto de aquel primer beso? Todo el lugar ha quedado impregnado de nuestros recuerdos, de nuestro amor.
Ahora dices que cada vez que me sonreíste, cada vez que tus ojos se posaron en mí y te sonrojaste, cada vez que me besaste y me abrazaste, fue tan solo parte de una gran mentira que no me deja avanzar en mi camino. Ya no puedes recordar cómo se enredaban tus dedos en mi pelo, ni cómo se sentía cuando me sostenías entre tus brazos y unías tus labios a los míos. No puedes volver atrás en el tiempo y sumergirte entre recuerdos en estas calles que nos vieron amarnos. Nunca podrás amarme ni podremos andar de la mano bajo los árboles. Todo porque la persona que pareces ser ahora no es aquella que me miró nervioso aquel día, me besó junto a un semáforo y me quiso en estas calles que se lamentan ahora conmigo. Porque todo fue una gran mentira construida sobre los cimientos de tu soledad, y habrías dado tu corazón a cualquiera que te hubiera dedicado un te quiero. Pero yo lo sentía, yo nunca mentí.
Desearía que, al menos una parte de aquel hombre que amé y pareció amarme, siguiera vivo bajo tu coraza de metal y mármol, pudiera parar su reloj durante unos segundos. Desearía que pudiera volver atrás en el tiempo y recordarme. Recordar mis palabras, el calor de mi mano en la suya, y el aire removiendo mi
despeinado pelo de cobre. Pero eso jamás ocurrirá.
¿Puedes al menos recordar en qué momento murió ese hombre del que yo me enamoré?
Supongo que jamás llegó a existir realmente.
No sabes cómo me enorgullezco de haber dado título a esta entrada. Absolutamente perfecto y conmovedor.